miércoles, 21 de septiembre de 2011

Capítulo II

La oscuridad empezó a aclararse poco a poco. Una luz blanca la deslumbró. Noto una mascarilla alrededor de la boca, intentó quitársela desesperadamente ya que la agobiaba mucho. Lo único que consiguió fueron los pitidos de las máquinas. En menos de un minuto una enfermera estaba allí.
-Tranquila-le dijo al ver lo alterada que estaba.
Helena intentó señalar la mascarilla del oxígeno.

-¿Eso es lo que te molesta? Ahora te la quito.

Le pasó delicadamente las manos por debajo de la cabeza y se la retiró.
-¿Mejor?-preguntó con una sonrisa.

Helena suspiró aliviada.
-Sí, gracias-intentó decir pero solo le salió un gruñido.

-Ten, bebe un poco de agua.
Después de dar un largo trago se aclaró la garganta y probó de nuevo.

-Ya, por fin-consiguió  decir aunque fue un susurro-gracias.
-De nada, para eso estoy, soy Felisa.

La muchacha la contempló detenidamente. Era una mujer de estatura media, tendría unos cincuenta años. Su rostro era afable y alegre, marcado con las arrugas que da la edad. Sus ojos grises, del mismo color que su cabello, transmitían confianza.
-Helena.

Intentó sonreír pero solo consiguió una mueca de dolor.

-Procura descansar Helena, el médico vendrá en una hora.
Justo cuando salía por la puerta la joven la llamó.

-Felisa, ¿y mi familia? Mis padres y mi hermana…
La enfermera se volvió poco a poco, su cara hablaba por ella.
-Creo que es mejor que recuperes fuerzas antes de recibir noticias.
-¿Están…?-se le quebró la voz antes de terminar la frase.
-Sí.


Una lágrima corría por el rostro de Helena.

-¿Todos?
-Tu hermana está en coma pero su vida pende de un hilo y tus padres…fallecieron en el accidente-hizo una pausa-¿te acuerdas de lo sucedido?
-Sí.
-Sé que es un gran trauma  pero ahora intenta descansar.
La muchacha ni le contestó. Le daba igual todo. Ya no le quedaba nada.
Las semanas pasaron, Helena se recuperaba rápido y en poco tiempo ya estuvo en pie. Felisa intentaba animarla y siempre la acompañaba a ver a su hermana. Annie seguía estable dentro de la gravedad, entre la vida y la muerte.
Una tarde llegó Felisa con la merienda y se quedó con ella,como de costumbre.
-De verdad Feli no hace falta que te quedes, seguro que tienes trabajo.
-Hoy está la cosa tranquila-contestó con una sonrisa.
Nada más sentarse en la silla llamaron a la puerta. Se miraron extrañadas.
-Que raro ¿Quién será?-preguntó la más joven.
-Averigüémoslo.
Dicho esto se levantó a abrir la puerta.
Helena la escuchó girar el picaporte.
-¿Sí?-preguntó Felisa con su habitual tono amable.
No hubo contestación.
Se escuchó un golpe sordo y aparecieron dos hombres vestidos de negro en la habitación.
Helena se levantó de la cama sobresaltada.
-Pero qué hacen-comenzó a preguntar enfadada pero se detuvo al ver la pistola que llevaba uno de ellos y el bulto que había en el suelo.
Felisa.
De repente sonó un disparo y alguien cayó muerto.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Capítulo I

Despertó poco a poco, al principio viéndolo todo borroso. Se llevó una mano a la cabeza automáticamente, le dolía a horrores. Notó algo húmedo corriéndole por la sien. Sangre.
La visión del líquido rojo le trajo los recuerdos de lo sucedido.

Sus padres discutían a gritos. Entraron en una zona de curvas y la conducción comenzó a dificultarse. Su padre apartó por un instante la vista de la carretera, las ruedas comenzaron a derrapar sobre el asfalto mojado y el coche rodó colina abajo.
Helena se desabrochó el cinturón que posiblemente le había salvado de salir despedida.Intentó abrir la puerta pero esta no cedía. Miró a la otra y vio que había sido arrancada con la caída.
En un momento de lucidez  dejó de lado su propia supervivencia y pensó donde estaría su hermana. Fue un momento breve ya que con cada movimiento notaba miles de punzadas por todo el cuerpo.
Una vez fuera intentó ponerse en pie pero se mareó y vomitó sobre la hierba aún mojada.
Cuando lo hubo echado todo se tendió boca arriba aspirando el aire.Debía de haber dejado de llover hacía poco ya que el aire seguía oliendo a lluvia.Los párpados comenzaron a pesarle y todo se oscurecía.
Si dormía un rato podía recuperar fuerzas y buscar al resto de su familia…o podía no despertar nunca más.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Prólogo

Ya llevaban dos horas de viaje, de los cuales Helena y su madre Violeta se habían pasado la mayoría discutiendo. Su padre, al ver que continuarían así el resto del viaje decidió intervenir.



-¿Queréis parar ya de una vez?-preguntó exasperado-Además, vais a despertar a Annie.

Helena olvidó por un momento el enfado con su madre y contempló a su hermana dormida plácidamente a su lado.

“Es una niña” pensó con cariño.

Los gritos de su madre, ahora discutiendo con su padre, la devolvieron a la realidad.

Ese tipo de situaciones eran cada vez más frecuentes.

Suspirando se colocó los cascos y miró por la ventana. Fuera llovía a mares.
 
Todo sucedió muy deprisa. En un momento estaba escuchando música y al siguiente inconsciente en un coche destrozado.